La incapacidad para tolerar la ambigüedad es la fuente de todas las neurosis.
Sigmund Freud
Xavier Dolan
ha tomado el relevo de Atom Egoyan en el favor de los festivales, lo que habla
de la pauperización de éstos. Sus dos películas han sido proyectadas en Cannes,
consiguiendo cuatro premios en dos años y atrayendo sobre sí una inusual
atención para un joven de 21 años, aunque no resisten la comparación con The adjuster y Exotica.
Que
con 21 años haya realizado dos películas es bastante sorprendente y debe haber
tenido muchas dificultades para poner en pie los dos proyectos. En cambio, para
la promoción es un valor añadido; vende un director tan joven, agudo, ambicioso
y gay, que no ha ido a ninguna escuela de cine, no ha rodado cortometrajes, ni
ha estado en Sundance.
Dolan
interpreta a Francis, un joven que compite con su mejor amiga Marie por el
amor, imaginario o no, de un Adonis de pelo rubio y rizado llamado Nicolas, que
en ningún momento define su orientación sexual. El director abusa de la paleta
de colores, a lo Jean-Luc Godard, para las escenas sexuales, de poco calado y
pasión, y d ela cámara lenta, a lo Wong Kar Wai en In the mood for love. Tampoco tiene sentido la aparición de
personajes, que no tienen nada que ver con la historia, contando anécdotas
personales, que nos podían hacer pensar que vamos a ver un retrato mucho más
amplio de los jóvenes de Montreal. Se acaba en un ejercicio de narcisismo, a lo
Denys Arcand, aunque hay que reconocer que existen otros modos más fáciles de
autoglorificarse. ¿Será el próximo Christophe Honoré?.
Si
tiene algún mérito el guión de Dolan es ceder el protagonismo al personaje
femenino interpretado muy bien por Monia Chokri y que tiene la mayoría de los mejores momentos de la
película. En cambio, lamentable es el papel de Niels Schneider como el
infatuado Nicolas y la comparación con Louis Garrel en el último giro de la
película. Muy diferente, y sin duda mejor, podría haber sido si éste
interpretase a Nicolas.
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