"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

sábado, 31 de diciembre de 2011

LIONS LOVE


    Agnes Varda dirige su primer largometraje La Pointe courte sin haber estudiado cine, ni realizar ningún tipo de aprendizaje. Esta película será una avanzadilla de lo que será la nouvelle vague, en la que se puede encuadrar sus siguientes películas Cleo de 5 a 7 y Le bonheur. Posteriormente realizará algunos documentales como Daguerrotypes o Murs murs. En 1969 rueda en Los Ángeles, donde vive con Jacques Demy que ha ido a rodar Model Shop con Anouk Aimée, y en inglés Lions love, un ménage a trois con Viva, en la órbita de Warhol, Jerome Ragni y James Rado, creadores de Hair, interpretándose a ellos mismos, viviendo en las colinas de Hollywood, en una casa alquilada, con una cama gigante compartida por todos, piscina, plantas de plástico y columnas de espejos.
    La peor película de Varda que he visto. El tiempo ha sido de una crueldad infinita con ella. Sólo me resulta divertida cuando Viva plantea la posibilidad de tener niños pero piensa que pasar nueve meses de embarazo para tener sólo uno es algo desalentador. Por lo que decide pedir prestado algunos críos para ver como es la experiencia de la maternidad. El resultado es un desastre, ya que no les permiten echarse una siesta, orinan en la piscina y sólo comen patatas fritas con Ketchup. El resto maldita la gracia que tiene. Mucho mejor hubiese sido que hubiese seguido la estela de Chris Marker  para filmar Mayo del 68.



lunes, 5 de diciembre de 2011

AITA



Lamentablemente, y sin que sirva de precedente, no puedo estar más que de acuerdo con el segundo párrafo de lo que escribió Boyero sobre Aita, tras su pase por en el Festival de Cine de San Sebastián. En cambio me parece que desbarra en el primero.

“A pesar de las progresivas carencias, el cine de Sayles siempre merecerá expectativas. Me ocurre todo lo contrario, un inalterable, higiénico y justificado deseo de salir corriendo cada vez que observo en la pantalla el temible rótulo Luis Miñarro presenta, sensación solo comparable a la de Paulo Branco presenta. Independientemente del director con el que estos productores hayan ejercido el mecenazgo, ya sé el castigo que me espera. Lo único que me fascina en ellos es su habilidad para conseguir en nombre de la estafada cultura eterna financiación institucional y pública (eso no excluye encontrar algún capital privado encaprichado en subvencionar el vacío pretencioso) para seguir alimentando el sello de la casa. No concibo para mí un método de tortura tan siniestro como que me inmovilizaran en una silla, me impidieran cerrar los ojos y tuviera que tragarme sin pausas y sin prisas la filmografía de estos dos productores.

Ignoro lo que pretende contar Aita, dirigida por José María de Orbe, pero tengo claros los quince primeros minutos, dedicados a una conversación supuestamente espontánea y letalmente fatigosa entre dos fulanos que no vuelven a parecer y a un señor que va abriendo una por una las ventanas de un caserón deshabitado que al parecer oculta algún misterio y en el que por la noche se reflejan imágenes en las paredes que rememoran la historia de sus moradores. También aparece un cura vestido de paisano que habla de cadáveres con el restaurador de la mansión y le consuela sobre el efecto torturante de una luz sobrenatural. Pero no es una película de terror, ni una evocación lírica, ni un retrato sicológico. Es la nada intentando nadear en 80 minutos insufribles. De acuerdo, tiene el inapreciable don de que una parte de ese metraje está hablado en euskera. Quiero imaginar que lo más selecto que puede ofrecer el último cine español no es lo que está exhibiendo la sección oficial de este festival. Si el patético experimentalismo de Aita es demostrativo de las esencias de la cosecha actual, todo invita al temblor.”