"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

jueves, 27 de enero de 2011

MARKETA LAZAROVÁ


En una votación entre críticos checos en 1998, el mismo año en que František Vláčil recibió un homenaje por su trayectoria en el Festival de Karlovy Vary, Marketa Lazarová fue considerada la mejor película de la historia rodada en su país. Por ello resulta sorprendente que ni la película, ni su director, sean lo suficientemente conocidos fuera de sus fronteras. František Vláčil no fue miembro de la nueva ola checa ni fue un producto de la Escuela de Cine de Praga, estudió arte y estética en Brno antes de empezar a trabajar como documentalista para el ejército checo. Su primer film documental que tuvo cierta repercusión fue Skleněná oblaka (1957) que ganó un premio en el Festival de Venecia. Su primera película de ficción fue Holubice (1960) por los que volvió a obtener más galardones en el mismo festival.

Para Marketa Lazarová Vláčil usó como punto de partida la novela, publicada en 1931, del mismo nombre de Vladislav Vančura, importante escritor checo que formó parte del movimiento experimental Devětsil, que firmó muchos guiones, aunque la mayoría de ellos no fueron nunca rodados. Siendo el texto de Vančura muy corto, Vláčil lo convierte en un vasto y épico film que puede ser comparado, por sus exuberantes escenas de acción, con Shichinin no Samurai (1954) de Kurosawa o, por la magnificencia de algunos planos, con el Andrei Roublëv de Tarkovsky. Por la intrincada composición coreográfica de sus planos y el uso del montaje, también puede rastrearse entre sus influencias las películas de Welles y Eisenstein.

Aunque la novela de Vančura no da pistas históricas, la película de Vláčil está situada en el siglo XIII, momento histórico que es evocado con gran maestría. El tema de la venganza pasa a un segundo plano ante la detallada evocación de esta época que hace el director, que llegó a persuadir a sus actores para que viviesen como sus personajes durante un tiempo. Vláčil explora sus vidas de principio a fin: la búsqueda de madera en invierno, el cuidado de los caballos, halcones y otros animales son tan importantes como los enfrentamientos debido a la vecindad, las clases sociales o la religión.

Zdeněk Liška crea una extraordinaria banda sonora con el uso de efectos electrónicos, compleja percusión, e inesperados y extrañamente apropiados vocales a capella, que subrayan la relativa insignificancia del hombre en un territorio que carece de compasión en su climatología y su fauna, uno de los temas predominantes en la filmografía de Vláčil. Las dos protagonistas principales, Marketa y Alexandra, representan, respectivamente, el cristianismo y el paganismo. La primera con su admiración por la santidad que se vive en la iglesia (cuya simetría formal y elaborada arquitectura representan el orden en un mundo dominado por el caos), y la segunda que ha convertido un árbol en un altar personal, donde realiza sacrificios rituales.