"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

viernes, 26 de marzo de 2010

MOGARI NO MORI




Kawase, como ya demostró en Sharasojyu y Tarachime, hace películas íntimas, personales, con un argumento mínimo, con personajes escondidos en su dolor y heridos por el tiempo. En este caso nos encontramos con una historia de dos crecimientos, el de un anciano viudo con demencia senil y el de una joven madre que ha perdido a su hijo. Los dos han sufrido la pérdida de sus seres más queridos, pero la película no nos da ninguna pista sobre estas relaciones anteriores, no es el tipo de film que necesita explicar por qué los personajes se encuentran en la situación actual. La atención se debe prestar a cada matiz del ahora, a cada detalle del hoy.


Para el escritor argentino Alan Pauls, una de las mejores experiencias que un ser humano puede tener es dormirse viendo una película de Tarkovsky y despertarse frente a una de sus imágenes. Creo que la frase mantiene su vigencia si cambiamos el nombre del director ruso por el de Kawase, y pensamos en las imágenes de los árboles, agitados por el viento, que rodean esa especie de albergue para ancianos, los cultivos de té donde los protagonistas por primera vez mantienen un contacto humano y ese bosque donde el anciano, seguido por su joven cuidadora, por fin encontrará la paz tras su peregrinación en busca de la tumba de su mujer. Esta marcha a través del bosque, viaje íntimo y conmovedor, se convierte en la catarsis sensorial y existencial que constituye el núcleo de la película, dividida claramente en dos partes. Una primera, radiografía de la ausencia, en la que conocemos a los dos personajes principales, siendo la joven la que lleva el peso principal, para invertirse esta situación en la segunda parte, ya desarrollada en el bosque, en la que el anciano conseguirá alcanzar su objetivo y la joven verá como sus emociones se desbocan.


Una de las secuencias más hermosas que he visto últimamente en una película es aquella en la que, ya en el bosque y ante un débil fuego, la joven se quita su ropa y abraza al anciano para proporcionarle calor y evitarle una hipotermia, escena que podría parecernos extraña pero que está resuelta con una gran maestría, sensibilidad y poder emocional. No hay nada de sexo en ella, sólo ayuda práctica en momentos de necesidad.


Una película de profunda piedad, desgarrada y emocionante, sobre la ausencia, el dolor de la pérdida, sobre la necesidad de establecer contacto. Una nueva obra maestra de Naomi Kawase.

lunes, 22 de marzo de 2010

FINIS TERRAE


A pocos años de la llegada del cine sonoro, Epstein se lanza a dirigir un film minimalista, casi documental, lo que le da su fuerza, sobre la vida de los recolectores de algas y el mundo hostil en que sobreviven. Realizada un año después de La chute de la maison Usher, obra faro de la vanguardia de los años 20, está cargada del mismo aliento poético y rodada con la misma rigurosidad en sus encuadres.

Si la película basada en el relato de Poe muestra la cara moderna del director, aquí encontramos su cara arcaica: el tiempo suspendido, el espacio que otorga a las rocas una mineralizad original, la relación inevitablemente dolorosa con el mar. Epstein fue a la vez un realizador de vanguardia, un poeta y teórico del cine.

La película forma parte de una trilogía junto a las rodadas posteriormente Mor Vran (1931) y L’Ors der mers (1932) dedicadas a esta zona costera francesa por la que sentía una especial predilección.

Puede ser considerada como una precursora del neorrealismo, por su rechazo, audaz para su época, de toda carga melodramática, su rodaje en decorados naturales y su utilización de actores no profesionales. También nos puede recordar a Flaherty por su tratamiento austero impregnado de un lirismo a veces conmovedor, aunque falto de la importancia etnológica con la que éste cargaba sus films.

Jean Epstein intenta eliminar de la película todo rastro de drama, todos los artificios de la narratividad, buscando únicamente la expresividad de la imagen, considerada como un ente autónomo, confiando en el ritmo puro, en el montaje, en el impacto de los rostros y del paisaje, perfecto para las intenciones artísticas del director francés. La tierra bretona le facilita esta materia prima, la quintaesencia de esta obsesión visual. Algo de esteticismo buscado, pero poesía bruta, anclada en lo real.

jueves, 18 de marzo de 2010

Un education


De Lone Scherfig, cineasta danesa, no esperaba gran cosa tras haber visto las que considero sobrevaloradas Wilburg se quiere suicidar e Italiano para principiantes. Y mis prejuicios se han visto confirmados con esta película ligeramente emparentada con Lolita, aunque mucho más reaccionaria, que evita todo aspecto libidinoso y que acaba siendo excesivamente moralista. Lone Scherfig seguirá sacando provecho del cine comercial medianamente inteligente y convencional, mientras me pregunto que maravilla hubiese hecho Eric Rohmer con este guión.
Facilona y olvidable, poco ambiciosa, tiene un guión superficial y manido, repleto de lugares comunes y de contraposiciones simplistas. El mayor logro de la directora es conseguir transformar a una eficiente, fresca y vitalista Carey Mulligan, todo un descubrimiento, de hija sumisa en un clon de Audrey Hepburn, apoyándose en el uso de diálogos sutiles y aprovechando el hermoso rostro juvenil de la actriz para transmitir esta sutil metamorfosis.

domingo, 14 de marzo de 2010

De battre mon coeur s'est arrêté



Las manos de Tom que un momento antes habían golpeado a un mal pagador, se deslizan sobre el piano. El ritmo, antes frenético, se frena, se ralentiza, la tensión se canaliza. En De battre mon coeur s’est arrêté, remake de una película realizada por James Toback en 1978 (con Harvey Keitel en el papel principal, interpretado aquí por Romain Duris) a la que me ha llevado a volver a ver el deslumbramiento de Un prophète, Audiard hace gala de un innegable y personal dominio del tempo.
Se encuentra en esta película los temas ya apuntados en películas anteriores y que aparecerán en Un prophète, especialmente las dificultades de las relaciones con la figura del padre, especie de Ugolin dantesco dispuesto a devorar a su hijo, en un tono marcadamente realista. Nos cuenta la historia de un joven que encuentra la oportunidad de evitar su destino, centrándose sobre todo en la posibilidad de encontrar sosiego en medio de un mundo rodeado de violencia, odio y caos, intentándolo a pesar de que sus colegas y sobre todo su padre, derrotado y egoísta, intentan retenerlo en este mundo de mentiras que él siente sin esperanzas. Descifrar las notas, transformarlas en música es mucho más constructivo que la destrucción a la que se había entregado, sin remordimientos, hasta ahora.
Interpretar consiste en canalizar una tensión, una pulsión, dominarla, darle forma. La música de Bach se opone a los elementos que rodean habitualmente al protagonista, la jungla nocturna en la que se mueve. El mundo de Tom es inestable y sin sentido, de un momento a otro puede desestabilizarse, y él se deja llevar por esta corriente. ¿Para qué?. Para nada. La música resulta ser la fuga del caos, le conducirá a la independencia y al control sobre su vida.

miércoles, 10 de marzo de 2010

PRECIOUS


Aunque puede por momentos parecer una variación sobre un drama social a lo Ken Loach, se trata en realidad de un cuento cruel en el que una chica ceñuda y obesa que crece en Harlem, tratada como una bestia de feria y que acumula casi todas las desgracias posibles, revela su testarudez para resistir cueste lo que cueste esta travesía por un entorno miserable, sumergiéndonos en su difícil camino hacia la emancipación y la edad adulta. A veces una mezcla de Rosetta y The Wrestler, presenciamos una lucha homérica de la adolescente contra lo peor que le puede ocurrir, lo que puede parecer excesivo, sin ceder, permaneciendo siempre silenciosa y opaca ante la brutalidad de sus padres, y encontrando refugio y asistencia en determinadas mujeres, asistentes sociales, maestras (demasiado angelicales), compañeras de clase o una pareja de lesbianas (guiño narrativo innecesario).
Lo mejor de Precious es la actuación de sus actrices principales, especialmente madre, verdadero monstruo doméstico que esconde una conmovedora humanidad, e hija, siendo memorables las escenas de bronca entre ellas. Incluso la cantante Mariah Carey está aceptable en su papel de asistenta social. Aunque todo acaba lastrado por la grandilocuencia del director que, a pesar de rehuir el exhibicionismo del miserabilismo, quiere demostrar en cada plano que tiene un estilo original, multiplicando los signos de virtuosidad inútil, colores filtrados, planos sofisticados y efectos de montaje. Este material y estos personajes, propios de novelas de Zola o de Tony Morrison, pedían, por el contrario, una dirección sobria y sin florituras. Sobran los planos de la violación del padre, mostrados como flashes pesadillescos y sobran los forzados planos oníricos en los que Precious se escapa de lo real, donde se ve como una estrella rodeada de fotógrafos y de admiradores babeantes. Si me parece un acierto el uso de la voz en off de la protagonista, que posee una gran fuerza y nos informa al mismo tiempo de su casi analfabetismo, de su terquedad y capacidad de aprendizaje.

lunes, 8 de marzo de 2010

VOSKHOZHDENIYE


Película, con una maravillosa fotografía en blanco y negro llena de magia y vida, ganadora del Oso de Oro en Berlín en 1977, que narra un incidente durante la Segunda Guerra Mundial con enorme fuerza, mostrando gran maestría en la puesta en escena, sobre todo las secuencias que transcurren en la nieve.
Dos soldados rusos parten en una misión para conseguir víveres para un grupo formado por soldados, mujeres y niños, todos en fuga. Tras una primera parte escalofriante en la que es casi posible sentir la nieve, la película se convierte en una parábola bíblica, con una figura crística dispuesta a sacrificarse en nombre de sus creencias y un individuo más débil y más humano, verdadero Judas, dispuesto a traicionar a los suyos para sobrevivir.
Un fondo, la locura de la guerra y la vulnerabilidad del ser humano, y una forma, una fuerza terrible en las imágenes, de una absoluta maestría y de gran inteligencia, con unos últimos veinte minutos más intensos y desgarradores vistos últimamente. Shepitko, definitivamente cineasta del panteón de la cinematografía rusa, que murió demasiado joven en un trágico accidente de tráfico con 40 años, ha dejado tras de sí algunas joyas a descubrir con urgencia. Me pongo a la búsqueda del resto de su corta filmografía, a la búsqueda del documental que Elem Klimov, su marido, realizó poco antes de la muerte de Sheptiko durante el rodaje de Prosscanie, a la búsqueda del texto que Susan Sontag le dedicó.