"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

sábado, 26 de diciembre de 2009

SINGULARIDADES DE UNA CHICA RUBIA


Con más de 100 años, el cineasta portugués realiza su película más erótica, más abierta y, quizás, bella, adentrándose en el terreno del deseo, mostrando una intensidad erótica rara, que nos recuerda al cine de esos fetichistas geniales como Sternberg y Buñuel. Aquí un abanico chino, agitado con indolencia, redondo y con el dibujo de un dragón, que atiza el fuego que consume al joven protagonista y que intenta ocultar púdicamente el rostro de Luisa, a la vez instrumento de ocultación y de excitación.
Plásticamente asombrosa, la puesta en escena de Oliveira nos absorbe desde el principio al fin, evocando las construcciones de Escher, sus espacios estrechos de influencia kafkiana, consiguiendo que la imagen tenga un evidente efecto pictórico. El director portugués logra una película simple, depurada, fluida e intemporal como una miniatura preciosa, lo contrario de una lección magistral, una muestra de cine sencillo y sabio.
Viendo este pequeño cuento moral íntimo sobre el deseo y el dinero, no se puede adivinar el estupor que nos causará el último plano de la película, quizás el más hermoso y perturbador que ha rodado nunca. Cuento realizado en el silencio de la meditación (nada de música que venga a perturbar la austeridad juguetona) y en un espacio reducido (una pequeña parte de un barrio lisboeta) que da a la película el aspecto de un paisaje mental, con lo que implica de fijación, de tiempo suspendido, no sólo es un sueño etéreo, un objeto de contemplación metafísica. También es un pequeño panfleto social y político, con un toque socarrón, sobre la necedad de la honestidad decimonónica, o al menos sobre la propensión a confundir honestidad con sumisión, la manera en que una se muda en la otra en un santiamén.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

LOS LÍMITES DEL CONTROL


Tras el éxito de Broken Flowers en Cannes y en las salas de exhibición podía parecer que Jim Jarmusch optaba por hacer un nuevo tipo de cine, menos minimalista, menos arty, más psicológico y sentimental. En cambio, Los límites del control supone una vuelta a su cine anterior, el de las rutas y extensiones a recorrer, sustituyendo, en esta ocasión, New York por Madrid y los grandes espacios americanos por los paisajes del sur de España, el del héroe taciturno y silencioso, al estilo de Forest Whitaker en Ghost Dog, del que no se sabe nada, sin pasado ni vida privada, sin nombre, que ejecuta de forma mecánica su misión, sin perder su impasibilidad. Da vida a este personaje Isaach de Bankolé, que ya ha aparecido en varias películas de Jarmusch en papeles secundarios, presente en todos los planos y que presta a su personaje su impresionante poderío físico y su presencia vigorosa de atleta. Pero el director abusa de planos pseudo-poéticos interminables sobre él bebiendo café, acostado, haciendo Tai-chi, intercambiando cajas de cerillas con otros personajes, dentro de un guión inexistente, ensimismado, pomposo, pretencioso, repetitivo y que no conduce a nada.
En este mundo rarificado, entre planos desiertos y zonas urbanas poco frecuentadas, cada hecho (dos obreros que transportan una bañera, un helicóptero sobrevolando una plaza…) parece querer significar algo, que sólo sabrá interpretar el director y el hermenéutico protagonista, falsas pistas, detalles inútiles (el discurso de John Hurt puede llegar a provocar la hilaridad cuando habla de los bohemios, Tilda Swinton, ridícula con su peluca blanca, la cita de Rimbaud al comienzo de la película, su propio título), frases sentenciosas por todos lados, la repetición narrativa como principal arma estética. El guión hueco, banal y deslavazado, que cae en lo folclórico, tablao flamenco incluido, a lo Almodóvar, nombrado en los agradecimientos finales, nada sincero, nada honesto, sólo es salvado por la fotografía de Christopher Doyle y por la puesta en escena, donde las superficies acristaladas de las construcciones modernas, las curvas de la arquitectura madrileña y el tiempo demorado componen un fascinante kaleidoscopio visual y sonoro que evoca el cine de Antonioni. Y menos mal que por el final de la película aparece la maravillosa y desaprovechada Hiam Abbas, y que se quite de en medio Paz de la Huerta.

jueves, 10 de diciembre de 2009

INVENTARIO BALCÁNICO


Jugando con el presente y el pasado Yervant Gianikian y Angela Ricci Lucchi hacen un cine de la resistencia, documental y experimental, un cine político que potencia el poder de la imagen para que perdure en el recuerdo, para que aprendamos a mirar de nuevo.
Inventario balcánico está formada por imágenes de los Balcanes, vertebradas por el Danubio, tomadas por distintas comunidades yugoslavas, viajeros y soldados alemanes, entre las décadas de los 20 y de los 40, y que los directores utilizan para arrojar luz sobre el presente, sumergiendo al espectador dentro de un mágico espacio donde el tiempo es recapturado gracias a la fotografía, usando metraje encontrado, lo que los modernos del Central llaman “found footage”, como base y ubicación temáticatemporal.
Como hacen en casi toda su obra, los directores cargan de nuevo significado las imágenes del pasado, para lo que utilizan alteraciones en la velocidad, agregan música o refotografían películas antiguas, para transformarlas en ecos del presente. Para explotar todas las posibilidades poéticas de las imágenes, miran, escogen y montan artesanalmente todo este material de otros tiempos, transformándose en historiadores y arqueólogos.